Por Karina Garay Rojas
Los índices de violación sexual en el Perú no dejan de crecer, convirtiéndose en un problema social con secuelas que pueden durar toda la vida, afirmo una experta en psicología social, para quien luchar contra este flagelo requiere operadores de justicia sensibilizados con el tema, pero sobre todo educación sexual integral para que desde la infancia se aprenda y entienda que el cuerpo se respeta.
Verónica Ponce, docente de la carrera de psicología de la Universidad Científica del Sur, con más de 15 años de experiencia en intervenciones comunitarias, comentó que a lo largo del tiempo se ha encontrado con numerosos casos de ataques sexuales, en los que se incluso las víctimas eran adultas mayores.
“Está muy normalizado el abuso sexual de las mujeres. He tenido pacientes mujeres solteras, con pareja, convivientes, esposos y esto es por la construcción de lo que significa ser una mujer en el país, donde casi siempre se le cosifica”, manifestó a la agencia Andina a poco de celebrarse el Día de la no violencia contra la mujer.
¿Es posible reducir los actuales indicadores?
Ante la consulta de cómo renovar y fortalecer la lucha contra este flagelo, refirió que se requiere de “un enfoque ecológico”, no solo aterrizado en la protección individual, sino comunitaria, la cual debe ser liderada por el Estado.
Entre las acciones urgentes, mencionó, la educación sexual integral para niñas, jóvenes, incluso, mujeres adultas.
“He visto a muchas mujeres sin educación sexual integral. Se necesita de forma educarlas, empoderarlas, fortalecer su autoestima. Por otro lado, hay que trabajar muchísimo también con los hombres en temas de masculinidades. Es importante no solamente enfocarnos en las víctimas”.
Destacó que no debemos esperar que una niña o adolescente sea abusada sexualmente para empezar a desplegar esfuerzos enfocados en protegerla de un nuevo ataque.
“No queremos mujeres traumatizadas o con estrés postraumático de por vida, o con dificultades para tener relaciones interpersonales; queremos una comunidad y una ciudadanía sana”.
Y para eso, agregó, necesitamos prevención en centros educativos y en el trabajo. Formar profesionales deconstruidos en la concepción de lo que significa ser hombre o mujer ahora.
“Tenemos que responsabilizar a las instituciones en este tema, tanto privadas como públicas; a nivel municipal, regional, dentro de las comisarías, de centros de emergencia. Se requieren capacitaciones constantes en temas de educación sexual y deconstrucción de violencia de género”.
Miedo a ser excluidas
Una mujer que ha sido violada desarrollará estrés crónico y la mayoría de las veces se sentirá culpable de la agresión que ha sufrido, manifestó. Tendrá miedo permanente a ser juzgada y excluida del grupo o comunidad a la que pertenece.
“La respuesta ante el ataque sexual dependerá mucho de si esta persona cuenta con un grupo de apoyo que la escucha sin juzgar. Si cuenta con una familia sólida y con buena comunicación, la culpa y la ansiedad serán mejor trabajados. Quien no cuenta con esta red manifestará mayores niveles de ansiedad, aislamiento. Incluso puede llegar a la depresión y a un trastorno límite de personalidad (TLP)”.
“Como un coche bomba”
Recientes estudios refieren que no existe personalidades más o menos expuestas a ser violentadas sexualmente.
“Hay que entender que la violencia no es individual, es sistemática. Hay mujeres muy empoderadas en temas de género, incluso, activistas, que han sido violentadas y no han sabido cómo reaccionar porque es un tema tan íntimo, tan privado. Nadie te prepara para eventos tan traumáticos. Es como que, si me preguntaras ante un atentado terrorista o una bomba en este momento, ¿cómo vas a reaccionar? En realidad, no lo sabemos hasta que sucede”.
Sin embargo, agrega, existen ciertos contextos sociales que puede disminuir o acrecentar el peligro de una violación sexual.
Aquellas personas que viven en situaciones violentas y no están seguras, corren mayor peligro, así como aquellos que viven en situación de pobreza o lugares muy distantes. Todo eso incrementa la vulnerabilidad.
Contar con una red de apoyo, una comunidad segura, acceso a servicios de soporte y defensa pública, así como información y educación adecuada para empoderar a las niñas, los niños y mujeres de toda edad son factores protectores ante la violencia.
“Denunciar una violación siempre será positivo al crear un antecedente. Pero tal decisión será menos traumática si la víctima cuenta con una red que la sostiene”, afirmó.
Atravesar esta difícil circunstancia será siempre más complicado para las mujeres que dependen económicamente del agresor o de su familia. Esta es la razón por la que muchas, como mecanismo de defensa, van normalizando el hecho de culparse a sí mismas por lo ocurrido para seguir existiendo como parte de una comunidad o un grupo.
“Las instituciones privadas y públicas tienen la responsabilidad de formar profesionales concientizados en temas de género. Esto debe ir de la mano con la educación de la comunidad y la población civil para entender que este no es un problema individual, es problema social”, agregó.